PUECH GNOSE
Henri-Charles Puech — Em Demanda da Gnose
Prefácio
Excertos da tradução em espanhol de Francisco Pérez Gutiérrez
Si a pesar de todo estos volúmenes ofrecen una cierta unidad — una unidad ideal y, en cualquier caso, relativa —, se debe ante todo, lo mismo que su disposición, a un objeto, si no constante, al menos central: la gnosis, cuyo estudio, abordado de lleno y por sí mismo en todo el segundo volumen y una buena parte del primero, se anuncia y prepara más o menos al comienzo de éste. De ahí su título común, que no deja de ser un tanto arbitrario y prestarse a confusión.
Que nadie piense en una «búsqueda» de la Gnosis, en una serie de intentos con la pretensión de alcanzar el «Conocimiento» absoluto, ni en una «ciencia» perfecta, plena, suprema, capaz de salvar por sí misma a quien la adquiera y la posea. Aquí no se encontrará ni el relato de una experiencia iniciática ni la exposición de una «gnosis» personal, un sistema particular de especulación de cariz esotérico o teosófico. Se trata, de manera más precisa y ante todo, de una «pesquisa», de una serie de investigaciones concernientes a aquel movimiento, a aquel fenómeno religioso que se ha convenido en calificar y caracterizar con el nombre de «Gnosis», y que aspiran a descubrir, a través de sus manifestaciones concretas, su naturaleza y sus rasgos esenciales; a establecer aquello que, sin menoscabo de la diversidad de sus expresiones efectivas y por lo demás reiterables, constituye su tipo específico y su permanente realidad.
Cuando se escruta la Gnosis en lo que ha sido para tratar de determinar lo que es, semejante aproximación no se reduce a ser puramente histórica. Se interesa más por el fenómeno en sí mismo que por su génesis y su extensión. Aunque no por ello vaya a dejar de apoyarse, lo mismo en el punto de partida que en su decurso, en los documentos y testimonios deparados por la historia. En principio, la base y el campo de estudio se halla constituido, o debería estarlo, por todo el conjunto de sistemas gnósticos aparecidos en el tiempo. De hecho, y por mor de un rigor más estricto, sólo se han tenido en cuenta para el caso algunos de ellos: aquellos que se formaron y desarrollaron en contacto o al costado del cristianismo durante los cinco primeros siglos de nuestra era, en Occidente, en Egipto, en el Próximo o Medio Oriente, y tienen que ver con lo que los antiguos heresiólogos llamaron la «pretendida Gnosis», la «Gnosis falsa», y los autores modernos denominan «Gnosticismo». Ámbito más o menos bien delimitado en el espacio y en el tiempo, «clásico», diríamos, si bien desde muy pronto desbordado, o, cuando menos, ampliado y completado: al judeocristianismo (considerado bajo uno de sus aspectos), al ophitismo, al sethianismo, a las doctrinas de los «grandes gnósticos» (Basilides, Carpocrates, Valentín, Heracleon y otros), a la multitud de las «herejías» denunciadas y enumeradas por San Ireneo, por «Hipólito», por Epifânio, han de añadirse en particular las gnosis llamadas «paganas» o «no cristianas» (el hermetismo, por ejemplo, el esoterismo de los alquimistas, la teosofía de los Oráculos caldeos, el «sabeísmo»), el mandeísmo (todavía vivo en nuestros días en Irak e Irán) y, sobre todo, el maniqueísmo, al que su literatura, sus orígenes, y lo esencial de su mensaje, vinculan a los gnosticismos del siglo II y de los comienzos del III y cuya prodigiosa expansión hace que la investigación haya de extenderse hasta China y prolongarse hasta el siglo XIV y aún más acá.
No hay que olvidar, además, que si la materia no es nueva, tanto ella como su tratamiento se han visto profundamente renovados gracias a la aportación, incrementada sin cesar, de datos y textos hasta el presente desdeñados o desconocidos. A este respecto han hecho época, en particular, dos descubrimientos, ambos sobrevenidos en Egipto, mientras que, hacia 1930, se encontraban en Medínet Mâdi, al suroeste de Fayum, numerosas colecciones de escritos maniqueos (Homilías, Salterio, Kephalaia o «Capítulos», Cartas de Mani, etc.) traducidos en copto subakhmímico, «lycopolitano», catorce años más tarde, en 1945, y en las proximidades de Nag Hammâdi (en el Alto Egipto), se desenterraba por azar una tinaja con no menos de trece volúmenes en forma de códex (más exactamente, como hoy sabemos, con doce códices y el resto del decimotercero), que reúnen en total, según las evaluaciones más recientes, cincuenta y tres escritos en su mayoría gnósticos (valentinianos, sobre todo, «sethianos» o herméticos) redactados o transmitidos en diversos dialectos coptos como el sahídico y el subakhmímico. Pero esto no era todo. El primero de estos hallazgos — cuyo contenido, por otra parte, quedó parcialmente destruido a causa de la guerra o sólo se ha editado de manera incompleta — venía de hecho a añadirse a otro, más antiguo y también de importancia capital, llevado a cabo a comienzos de nuestro siglo en la región de Turfan, al noroeste del Turkestán chino, y en otro sitio, en Kan-su, que sacaba a la luz textos o fragmentos de textos también maniqueos compuestos en tres dialectos iranios, en ugur (antiguo turco) y en chino, cuya publicación, a partir de 1904, no ha dejado de proseguirse. Descubrimiento este último completado después de 1970 por un nuevo documento de extremo interés, originario una vez más de Egipto: un relato de la juventud de Mani y de su vocación religiosa, traducido directamente del siríaco al griego y que se contiene en una especie de «libro de bolsillo» (el Papyrus 4780 de la Universidad de Colonia, en curso de publicación). Asimismo, conviene añadir al segundo hallazgo, el Codex Berolinensis 8502, adquirido hacia 1895, ingresado en el Museo Egipcio de Berlín, pero no publicado hasta 1955: de las cuatro obras (en copto sahídico) que contiene, una — el Apokryphon (el «Secreto» o «Libro secreto») de Juan — figura también, en otras tres versiones, en la «biblioteca gnóstica» de Nag Hammádi.
Dejo a un lado, por brevedad, la publicación de las Escrituras mandeas, así como algunas contribuciones de inferior valor de las que más adelante se hará mención. El material así ofrecido no tiene, sin embargo, por qué sorprender por su sobreabundancia: más incluso que de su novedad, su excepcional importancia es producto de su autenticidad. La investigación se hallaba reducida hasta el presente a basarse fundamentalmente en fuentes de valor desigual y con frecuencia problemático, a apoyarse, a reserva de su discusión, en informaciones debidas a testigos externos y, en general, hostiles, sin tener de ordinario, en cuestión de originales, acceso más que a un número limitado de citas, de textos breves o fragmentarios transmitidos por el mismo canal, o, a lo más, desde finales del siglo XVIII, y con la excepción del Corpus hermeticum, a algunos tratados gnósticos conservados en copto, como la Pistis Sophia, los dos Libros de Ieoü o el escrito anónimo llamado «de Bruce». Hoy disponemos, en cambio, de documentos indiscutibles, mucho más extensos o menos incoherentes, procedentes de los mismos ambientes que los han compuesto o utilizado y que han llegado hasta nosotros directamente sin la mediación de compiladores ni censores. Al disponer en adelante en estos textos de una base incomparablemente más amplia y segura, la investigación ha de empezar por explotarlos en sí mismos después de haber establecido y analizado su alcance exacto, por confrontarlos luego y poner en relación sus datos con los de los antiguos testimonios con el fin de darles consistencia, precisarlos y controlarlos recíprocamente.
Así es como se ha procedido aquí, aunque en grados diversos, de un estudio a otro. La nueva documentación se ha utilizado tanto y tan pronto como ha sido posible, progresivamente; y en cada caso en la Medida en que resultaba accesible. Es obvio que, al ocuparme en 1934 del Gnosticismo, apenas si podía hacer otra cosa que una alusión al descubrimiento de Fayum. Del mismo modo, puesto que el de Nag Hammâdi sólo comenzó a conocerse en detalle mucho más tarde y poco a poco, al principio imperfectamente, muy lentamente después, hasta 1947 me vi obligado a prescindir de él, y después de esa fecha a contentarme con su mención paso a paso, según iba avanzando el examen o la publicación de los textos que le componen. Todavía sigue estando en parte inédito el contenido de alguno que otro de ellos (y otro tanto podría decirse de los escritos mani-queos hallados en Egipto o en Turf an), con lo que su uso no pasa de incompleto, provisional y perfectible, como lo ponen de relieve, en particular, los Apéndices añadidos a algunos de estos estudios o las rectificaciones hechas a la traducción de uno u otro de los nuevos textos utilizados.
Pero no basta con apoyarse en todos los documentos disponibles, ni con establecer razonablemente su sentido y su alcance de acuerdo con los métodos habituales de la filología y de la historia. Sin duda algunos de los ensayos aquí reunidos se limitan por ejemplo, uno («El problema del Gnosticismo»), a exponer la evolución de las teorías suscitadas hasta 1934 por ese problema y a plantear el estado de las cuestiones; otro («Fragmentos descubiertos del “Apocalipsis de Allógenes”»), a extraer de una fuente siríaca algunos fragmentos de una Revelación gnóstica, de la que lo único que se había comprobado hasta ahora era el título, y a proponer al respecto algunas aproximaciones, así como una hipótesis que el descubrimiento de Nag Hammâdi habría de confirmar. Pero la mayor parte de ellos van más allá: bajo los aspectos que la Gnosis ha revestido, a través de las diversas formas que ha adoptado, intentan asirla tal como es, en su realidad y significación propias, comprenderla en sí misma, desde dentro, por así decir, y en profundidad. —
Excertos
- OS GNÓSTICOS DE PLOTINO
