ORIGEM DO CORPO
Mitos gnósticos sobre a Origem do Corpo Excertos do ensaio de Michael Williams, “Imagem divina — prisão da carne: percepções do corpo no antigo Gnosticismo”
Mitos gnósticos sobre los orígenes del cuerpo
«Si una persona no comprende cómo su propio cuerpo entra en posesión del ser, perecerá con él.» En los mitos gnósticos que tratan sobre el origen del primer cuerpo humano encontramos la comprensión esencial de lo que el cuerpo es — y no es —. Pocos Escritos Gnósticos ilustran esta afirmación con mayor claridad como Los Hechos apócrifos («Libro secreto») de Juan. Nos han llegado cuatro versiones manuscritas independientes de este texto, una rareza entre los escritos gnósticos que se han conservado. Tres de estos manuscritos provienen de tres diferentes libros del grupo. Nag Hammadi — siempre situados en el primer tratado copiado en el libro- y un cuarto manuscrito, de aproximadamente la misma fecha, proviene sin embargo de otro libro copto descubierto independientemente. Dos de los cuatro manuscritos contienen una versión de Los Hechos apócrifos de Juan que de alguna manera es más larga que la versión que encontramos en los otros dos. Además, en los últimos años del siglo II d. de C., el obispo antignóstico Ireneo parece haber tenido acceso a un trabajo muy similar a Los Hechos apócrifos de Juan. Así pues, hay motivos para concluir que este texto, que ha sido objeto de varias revisiones durante su historia, representó una versión relativamente popular de la gnosis.
Los Hechos apócrifos de Juan contienen en el orden que cito las siguientes revelaciones: la naturaleza del verdadero Dios, las estructuras invisibles del Reino Divino, cómo la perfección original del reino de Dios fue interrumpida, cómo ello condujo a la aparición de entidades subdivinas y a la creación por parte de éstas del mundo material en el cual vivimos, cómo los seres humanos fueron creados y consecuentemente atrapados dentro del cosmos, cómo se logró la salvación del mundo. Todo ello fragmentado en un diálogo entre el apóstol Juan y Cristo después de la Resurrección. Para los propósitos del presente artículo, no necesitamos hacer una pormenorizada y completa descripción del mito de Los Hechos apócrifos de Juan, sí en cambio podemos centrarnos de lleno en las dimensiones que más interesan a las cuestiones relacionadas con el cuerpo humano.
Ante todo nos llaman especialmente la atención las partes del mito que describen la creación del ser humano. El primer Ser humano del mito no es en absoluto un ser físico, sino más bien la verdadera perfecta imagen de Dios — esto es, la propia imagen mental —. En este texto el verdadero Dios es llamado habitualmente el Espíritu Invisible, y el espíritu que personifica la propia imagen es denominado Barbeio. Un entorno completo de elementos mitopoéticamente personificados como eternos atributos divinos («aeons») finalmente revelados alcanza su punto culminante con la aparición del Ser Humano Perfecto, Adamas, una destilación perfecta de la imagen divina y de su hijo Seth.
Entonces, la serenidad del mundo divino es destruida por el obstinado comportamiento del Sabiduría (sophia), uno de los atributos divinos. Abandonando los cuidadosamente equilibrados modelos de armonía y autoridad que han prevalecido en el reino divino, Sabiduría engendra su propio pensamiento. Pero este pensamiento, lejos de ser un específico reflejo de lo Divino y a diferencia de su madre y de las otras entidades divinas, toma una apariencia grotesca e informe. Esta criatura es teriomórfica antes que antropomórfica, algo así como un león con cabeza de serpiente. Sabiduría la llama Ialdabaoth, y la oculta en una nube alejada del reino divino e inmortal.
En el Génesis Ialdabaoth se identifica claramente con el Creador, si bien muchos de sus rasgos mitológicos están también adaptados a otras tradiciones religiosas y filosóficas del momento. Ialdabaoth engendra otros diferentes jefes (archontes), secuaces que le ayudan a controlar el reino de la oscuridad, y entonces organiza el mundo creado en una lastimosa tentativa de imitar al primero y divino orden (kosmos) de entidades inmortales. La equivocada arrogancia de Ialdabaoth cuando proclama «Yo soy Dios y no hay ningún otro Dios junto a mí» es una parodia de afirmaciones parecidas realizadas por Dios en los escritos bíblicos (Vg: Isaías, 45.5; 46.9). Como una corrección a esta proclama ignorante, una voz del reino divino anuncia: «el ser Humano existe, así como el Hijo del Ser Humano», y Providencia permite a la Humana imagen divina reflejarse en las aguas detrás de Ialdabaoth y los otros Arcontes.
Los arcontes responden a esta aparición tratando de crear su semejanza. «Venid», Ialdabaoth exhorta a sus arcontes, «hagamos un ser humano a la imagen de Dios y según nuestra semejanza.» Los dos manuscritos de estos Hechos Apócrifos de Juan que contiene una corta recensión de esta obra tienen en este punto una lectura ligeramente diferente: «Hagamos un ser humano según la imagen de Dios y según su semejanza.» Se alude por supuesto al Génesis 1.26 y sig.: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y Dios creó al hombre a su imagen…» En este versículo la utilización del plural ha constituido un quebradero de cabeza exegético para generaciones de monoteístas. El autor de Los Hechos apócrifos de Juan toma el plural como una referencia literal al plural de los arcontes.
Así pues, el cuerpo humano creado constituye el lugar para la decisiva convergencia de los reinos divino y material. El cuerpo es proporcionado por los arcontes, pero por alguna razón tiene (soporta) un parecido con el Ser Humano Perfecto. De hecho, mientras la versión abreviada de Los Hechos apócrifos de Juan se refiere simplemente a la creación humana según la imagen y semejanza de Dios, las palabras textuales de la recensión más larga, «según la imagen de Dios y según nuestra semejanza», parecen concebidas para hacer hincapié sobre el parecido dual del ser humano creado tanto con Dios (esto es, el invisible, inmortal Perfecto Ser Humano) como con los arcontes. Encontramos la misma idea en otros escritos: así en el tratado Nag Hammadi que lleva el nombre de Sobre el Origen del Mundo, la luminosa aparición celestial de Adán en el mundo terrestre (de abajo) lleva al jefe arconte a decir a los demás arcontes: «Venid, hagamos un hombre a partir de la tierra a la imagen de nuestro cuerpo y a semejanza de aquella…» Después se nos recuerda que «desde aquel día, los siete arcontes han forjado al ser humano, su cuerpo era semejante al suyo, mientras que su apariencia era como la del Ser Humano que se les apareció». Del mismo modo, en otro escrito estrechamente vinculado con el anterior, Hipóstasis de los Arcontes, que se encuentra en el mismo códice Nag Hammadi, se dice de los arcontes que forjaron al ser humano «según su cuerpo y (según la imagen/semejanza) de Dios».
Ireneo menciona una enseñanza parecida en su descripción de los gnósticos que los estudiosos de las herejías denominan «orfitas», si bien esta versión contiene un matiz irónico adicional. El anuncio divino de la existencia de un Ser Humano Divino más alto que Ialdabaoth es escuchado por todos los arcontes. Ialdabaoth, en una divertida tentativa de distraer la atención de la voz divina y de su molesta revelación, y de divertirse, dice rápidamente, «Venid, hagamos un ser humano a nuestra imagen». «Sin embargo, como los arcontes empiezan a ejecutar sus órdenes, Sabiduría les hace pensar no tanto en el Ser Divino Humano como en su propia imagen, «pues gracias a estos procedimientos pudo privarles de su poder original». El Ser humano creado, «inmenso en amplitud y longitud», sirvió de este modo de instrumento a través del cual cualquier residual insinuación de la divinidad de permanecer en estos inferiores e ilegítimos dioses era extraída de ellos y destilada en el recipiente humano. Aunque este Ser humano fuese solamente una réplica del Ser Divino Humano, la propia forma del Ser creado humano le hace superior a sus creadores arcónticos.
En esta percepción del cuerpo humano como fatal intersección de la imagen divina con la materia mancillada, el comentario gnóstico sobre el cuerpo tenía que abarcar interesantes temas antitéticos.
