Karl von Eckartshausen — Deus é o amor mais puro
En nombre del Padre, del Hijo, etc
En tu nombre, adorable Trinidad, y para tributar el honor y los homenajes que te son debidos, asisto al más santo y más augusto sacrificio.
Permitidme, Divino Salvador, que me una de intención a los ministros de los altares, para ofrecer la preciosa víctima de mi salvación: y dadme los sentimientos que yo hubiera debido tener en el Calvario, si hubiese asistido al sacrificio sangriento de tu pasión.
Confíteor
Yo me acuso delante de vos, oh mi Dios, de todos los pecados de que soy culpable. Me acuso delante de María, la más pura de las vírgenes, de todos los santos y de todos los fieles; porque yo pequé por pensamientos, palabras, omisiones, por mi culpa, sí, por mi culpa, mi gran culpa: por esto conjuro a la Santa Virgen y a todos los Santos que quieran interceder por mí.
Señor, escuchad favorablemente mis ruegos, y concededme la indulgencia, la absolución y la remisión de todos mis pecados.
Divino Criador de nuestras almas, ten piedad de la obra de tus manos misericordiosas: ten misericordia de tus hijos.
Autor de nuestra salvación, inmolado por nosotros, aplícanos los méritos de tu muerte y de tu preciosa sangre.
Amable Salvador, dulce Jesús, ten compasión de nuestros pecados y perdónanos nuestras culpas.
Gloria in excelsis
Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz a los hombres de buena voluntad. Nosotros te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias en vista de tu gloria infinita, oh Señor Dios, Rey del cielo, oh Dios, padre Todopoderoso, oh Señor, Hijo único de Dios, Jesucristo, oh Señor Dios, cordero de Dios, Hijo del Padre.
Oh tú que borras los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
Oh tú que borras los pecados del mundo, recibe nuestros ruegos.
Oh tú, que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.
Pues vos sois el solo Santo, el solo Señor, el solo altísimo, oh Jesucristo, con el Santo Espíritu, en la gloria de Dios Padre. Así sea.
Oración
Concédenos, Señor, por la intercesión de la Santa Virgen y de los Santos, que honramos, todas las gracias que tu ministro te pide para él, y para nosotros. Uniéndome a él te hago la misma súplica, pidiéndote por aquellos y por aquellas para quienes estoy obligado a rogar, y te pido Señor, para ellos y para mí todos los auxilios que nos son necesarios a fin de obtener la Vida Eterna, en nombre de Jesucristo, nuestro Señor, etc.
Epístola
Mi Dios, tú me llamaste al conocimiento de tu santa ley, preferiblemente a tantos pueblos que viven en la ignorancia de tus misterios; yo la acepto de todo corazón, esta divina ley, y escucho con respeto de todo corazón los sagrados oráculos que has pronunciado por la boca de tus Profetas, queriendo amarte y unirme a ti como los Apóstoles.
Ofertorio
Padre infinitamente santo, Dios Todopoderoso y eterno, aunque sea yo indigno de comparecer delante de ti, me atrevo a presentarte esta hostia por las manos del sacerdote, con la intención que tuvo Jesucristo, cuando instituyó este sacrificio, y que tiene todavía en el momento que se inmola aquí por mí.
Yo te la ofrezco, para reconocer tu soberano dominio sobre mí y sobre todas las criaturas, yo te la ofrezco por la expiación de mis pecados, y en acción de gracias de todos los beneficios con los que tú me has colmado.
Yo te ofrezco en fin, Dios mío, este augusto sacrificio, a fin de obtener de tu infinita bondad, para mí, para mis parientes, para mis bienhechores, mis amigos y mis enemigos, estas gracias de salvación, que no pueden sernos concedidas, sino en vista de los méritos de aquel que es el justo por excelencia, y que se ha hecho víctima de propiación por todos.
Pero ofreciéndote esta adorable víctima, te recomiendo, oh Dios mío, a toda la Iglesia católica, a nuestro santo padre, el papa, a nuestro obispo, a todos los pastores de las almas, a nuestro príncipe, a la familia real, a los príncipes cristianos, y a todos los pueblos que creen en ti con amor y confianza.
Acuérdate asimismo, Señor, de los fieles finados, y en consideración de los méritos de vuestro Hijo, dadles un lugar de refresco, de luz y de paz.
No olvides, oh Dios mío, a tus enemigos y a los míos; ten piedad de los infieles, herejes, y de todos los pecadores; colma de bendiciones a los que me persiguen, y perdóname mis pecados como yo perdono todo el mal que me hicieren. Así sea.
Prefacio
He aquí el momento dichoso en donde el Rey de los ángeles y de los hombres va a parecer. Señor, llenadme de vuestro espíritu; que mi corazón, desprendido de la tierra, no piense más que en Vos. ¡Cuántas obligaciones no tengo de bendeciros y alabaros en todos los lugares, Dios del cielo y de la tierra, dueño infinitamente grande, Padre Todopoderoso y eterno!
No hay cosa más justa, ni cosa más ventajosa que de unirme a Jesucristo, para adorarte continuamente. Por él todos los espíritus bienaventurados rinden los homenajes a tu majestad: es por él que todas las virtudes del cielo penetradas de un pasmo respetuoso se unen para glorificarte. Permitid, Señor, que juntemos nuestras debidas alabanzas a las de esas Santas Inteligencias, y que de concierto con ellas nosotros digamos trasportados de alegría y de adoración:
Sanctus
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos. Todo el universo está lleno de vuestra gloria. ¡Qué los bienaventurados le bendigan en el cielo! Bendito sea el que nos viene a la tierra, un Dios y Señor como el que nos lo envía.
El Canon
Nosotros te conjuramos en nombre de Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, oh Padre infinitamente misericordioso, para que tengas por agradable y bendigas la ofrenda que presentamos, a fin de que te complazcas en conservar, defender y gobernar tu santa Iglesia católica con todos los miembros que la componen, el Papa, nuestro Obispo y nuestros príncipes, y generalmente todos los que profesan tu santa fe.
Nosotros te recomendamos en particular a todos aquellos por quienes la justicia, el reconocimiento y la caridad nos obligan a rogarte; recomendamos a todos aquellos que están presentes en este adorable sacrificio, y singularmente a N., y a N., y a fin de que, gran Dios, nuestros homenajes te sean más agradables, nos unimos a la gloriosa María, siempre Virgen, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, a todos tus Apóstoles, a todos los bienaventurados mártires, y a todos los santos y santas del paraíso. ¡Qué no tenga yo en este momento, oh mi Dios, los deseos ardientes con que los santos Patriarcas deseaban la venida del Mesías! ¡Qué no tenga yo su fe y su amor! Ven, Señor Jesús, ven, amable reparador del mundo, ven a completar un misterio que es el compendio de todas las maravillas. Ahí viene el cordero de Dios; he aquí la adorable víctima por quien todos los pecados del mundo serán perdonados.
Elevación
Verbo encarnado, divino Jesús, verdadero hombre, creo que estás aquí presente, te adoro con humildad, te amo con todo mi corazón, y como tú vienes por mi amor, yo me consagro enteramente a ti.
Adoro esa sangre preciosa, que has derramado por todos los hombres, y espero, oh Dios mío, que no la habrás derramado inútilmente por mí. Hacedme la gracia de aplicarme sus méritos. Os ofrezco la mía, amable Jesús, en reconocimiento de esta caridad infinita que tuvisteis en dar la tuya por mi amor.
Seguida del Canon
¡Cuál será pues de aquí en adelante mi malicia y mi ingratitud, si, después de haber visto lo que veo, consintiese en ofenderte! No, mi Dios, no olvidaré jamás lo que tú me representas por esta augusta ceremonia, los sufrimientos de tu pasión, la gloria de tu resurrección, tu cuerpo despedazado, tu sangre derramada por nosotros, realmente presente a mi vista sobre este altar.
Es actualmente, oh majestad eterna, que te ofrecemos por tu gracia verdadera y propiamente la víctima pura, santa y sin mancha que te ha complacido darnos tú mismo, y de la cual todas las otras no eran más que la figura. Sí, gran Dios, nos atrevemos a decírtelo: hay aquí más que todos los sacrificios de Abel, de Abraham y de Melquisedec, la sola víctima de tu altar, nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, el único objeto de tus eternas complacencias.
Que todos aquellos que participan aquí con la boca o con el corazón de esta sagrada víctima estén llenos de su bendición.
Que esta bendición se extienda, oh Dios mío, sobre las almas de los fieles que han muerto en la paz de las Iglesia, y particularmente sobre el alma de N. y de N. Concédeles, Señor, en vista de este sacrificio, que queden enteramente libres de sus penas.
Dignaos así mismo concedernos un día esta gracia a nosotros mismos, Padre infinitamente bueno, y hacednos entrar en sociedad con los santos apóstoles, los santos mártires, y todos los santos, a fin de que podamos amaros y glorificarnos eternamente con ellos. Así sea.
Pater noster
¡Qué dichoso soy, oh Dios mío, de teneros por padre! ¡Qué alegría el pensar que el Cielo, en donde estáis, debe ser algún día mi morada! Que vuestro santo nombre sea glorificado por toda la tierra; reinad absolutamente en todos los corazones y en todas las voluntades; conceded a vuestros hijos el alimento espiritual y el corpóreo. Nosotros perdonamos de todo corazón a nuestros ofensores; perdonadnos pues también, sostenednos en todas las tentaciones, y en los males de esta miserable vida; pero preservadnos del pecado, que es el peor de todas ellas. Amén.
Agnus dei
Cordero de Dios, inmolado por mí, tened compasión de esta pobre criatura: víctima adorable de mi salvación, salvadme. Divino mediador, obtened mi gracia para con vuestro Padre, y dadme la paz.
Comunión
¡Cuán dulce me sería, oh amable Salvador, ser del número de esos felices cristianos, a quienes la pureza de conciencia y una tierna piedad permiten acercarse todos los días a vuestra santa mesa!
¡Qué ventaja para mí, si en este momento yo pudiese poseeros en mi corazón, y rendiros mis homenajes, exponiéndoos mis necesidades y participando de las gracias que concedéis a los que os reciben realmente! Pero ya que soy indigno de tanto bien, suplid vos, oh Dios mío, la indisposición de mi alma. Perdonadme todos mis pecados; yo los detesto con todo mi corazón, porque sé que os disgustan: recibid el sincero deseo que formo, de unirme a vos: purificadme con una sola de vuestras miradas, y ponedme en estado de recibiros bien cuanto antes: entre tanto que aguardo este día feliz, os conjuro, Señor, que me hagáis participante de los frutos que la comunión del sacerdote debe producir en todo el pueblo fiel, que está aquí presente. Aumentad mi fe por la virtud de este divino sacramento, fortificad, mi esperanza, purificad mi caridad, llenad mi corazón de vuestro amor, a fin de que yo no respire más que por vos.
Última oración
Vos acabáis, oh Dios mío, de inmolaros por mi salvación. Quiero pues sacrificarme por vuestra gloria. Yo soy la víctima; no me compadezcáis. Acepto de buena gana todas las cruces que queráis enviarme, y las bendigo de antemano: las recibo como venidas de vos, y las junto a la vuestra.
He asistido, oh Salvador mío, a vuestro divino sacrificio; y vos en él me habéis colmado de favores. Huiré con horror las más leves huellas de pecado, particularmente de aquellos, a que me arrebata con más violencia mi inclinación. Quiero ser fiel a vuestra ley, y estoy resuelto a perderlo todo, y a sufrir toda suerte de penas primero que violar mi propósito.
Bendición
Bendecid, oh Dios mío, mis santas resoluciones: bendecidnos a todos por la mano de vuestro ministro, y que los efectos de vuestra bendición queden eternamente en nosotros: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Último Evangelio
Verbo divino, Hijo único del Padre, luz del mundo, venido del Cielo para enseñarnos el camino, no permitáis que yo me parezca a ese pueblo infiel, que rehusó reconoceros por el Mesías; no permitáis que yo caiga en la misma ceguedad que esos infelices, que han querido más bien ser esclavos de Satanás que tener parte en la gloriosa adopción de hijos de dios, que vinisteis a proporcionarles.
Verbo hecho carne, yo os adoro con el más profundo respeto: pongo toda mi confianza en vos solo, esperando firmemente que, ya que sois mi Dios, y un Dios hecho hombre para salvarnos, me concederéis las gracias necesarias para satisfacerme, y poseeros eternamente en el cielo.
Oración para después de la Misa
Os doy gracias, Señor, por la merced que me habéis concedido, permitiéndome asistir hoy al sacrificio de la santa misa, con la preferencia a tantos otros, que han tenido la misma felicidad: os pido perdón de todas las faltas que he cometido por distracción o languidez en vuestra presencia. Que este sacrificio, oh Dios mío, me purifique de lo pasado y me fortifique para lo venidero.
Ahora pasaré con confianza a las ocupaciones a que vuestra voluntad me llama. Me acordaré durante todo el día de hoy de la gracia que acabáis de hacerme, y procuraré no soltar palabra alguna, ni hacer la menor acción, ni formar deseos ni pensamientos, que puedan hacerme perder el fruto de la misa que acabo de oir. Lo que propongo ejecutar con el socorro de vuestra santa gracia. Así sea.
Último Evangelio
Verbo divino, Hijo único del Padre, luz del mundo, venido del Cielo para enseñarnos el camino, no permitáis que yo me parezca a ese pueblo infiel, que rehusó reconoceros por el Mesías; no permitáis que yo caiga en la misma ceguedad que esos infelices, que han querido más bien ser esclavos de Satanás que tener parte en la gloriosa adopción de hijos de dios, que vinisteis a proporcionarles.
Verbo hecho carne, yo os adoro con el más profundo respeto: pongo toda mi confianza en vos solo, esperando firmemente que, ya que sois mi Dios, y un Dios hecho hombre para salvarnos, me concederéis las gracias necesarias para satisfacerme, y poseeros eternamente en el cielo.
Oración para después de la Misa
Os doy gracias, Señor, por la merced que me habéis concedido, permitiéndome asistir hoy al sacrificio de la santa misa, con la preferencia a tantos otros, que han tenido la misma felicidad: os pido perdón de todas las faltas que he cometido por distracción o languidez en vuestra presencia. Que este sacrificio, oh Dios mío, me purifique de lo pasado y me fortifique para lo venidero.
Ahora pasaré con confianza a las ocupaciones a que vuestra voluntad me llama. Me acordaré durante todo el día de hoy de la gracia que acabáis de hacerme, y procuraré no soltar palabra alguna, ni hacer la menor acción, ni formar deseos ni pensamientos, que puedan hacerme perder el fruto de la misa que acabo de oir. Lo que propongo ejecutar con el socorro de vuestra santa gracia. Así sea.