TEODOTO AMIGO IMPORTUNO

Clemente de AlexandriaAmigo Importuno Excertos de Antonio Orbe, Parábolas Evangélicas em São Irineu

Al margen de la exégesis marcionítica sería conveniente colocar la de los gnósticos. Dice el fragmento último de Teódoto: «Aun los animales irracionales dan a conocer, mediante el sello, de quién es cada uno. Y a partir del sello son reivindicados (ekdikeitai). Asi también el alma creyente (he psyche he piste), que ha recibido el sello de la verdad, pasea (por todas partes) 'los estigmas de Cristo' (Gal 6,17). Tales son «los niños que descansan ya juntos en el lecho» (Lc 11,7) y 'las vírgenes prudentes' (Mt 25,1) con quienes no entraron las demás que aguardaban (ai mellousai) a los 'bienes preparados' (1 Cor 2,9), 'hacia los cuales apetecen inclinarse los ángeles para mirar' (1 Pet 1,12)» ET 86,2s).

El autor valentiniano alude a Lc 11,7. El personaje de la parábola a cuya puerta llamaba el importuno estaba ya descansando en la cama con sus niños (en griego — paidia): «Y él, respondiendo desde dentro, dijo: No me des molestias (Cf. Hermas, Vis. III 3,2). Ya la puerta quedó cerrada, y mis niños están conmigo en la cama». Término decisivo «los niños» (ta paidia), valentinianamente igual a «los espirituales». Alude a los hombres espirituales, no a los ángeles del Salvador, criados o satélites suyos.

Descansando con: La anapausis se aplica a los espirituales que viven en la ogdóada con Sofía. El valentiniano deja pendiente un matiz: ¿descansan los niños unos con otros, o más bien descansan con el amo? Me inclino a esto segundo.

«Los niños que descansan» entraron ya, como las «vírgenes prudentes»; y como ellas, se contraponen no sólo a las «vírgenes necias», sino aun a los ángeles, deseosos de participar en sus bienes (cf. 1 Pet 1,12). Simbolizan, pues, a los hombres, no a los ángeles. Se hallan descansando en la región de la kyriake. El paralelo con las vírgenes prudentes perfila aún mejor la composición de lugar. Todavía no están en la plenitud del gozo y del descanso (Cf. ET 65,2); aún no ha llegado la consumación final; quedan afuera amigos que piden y reciben pan. Viven en la anapausis de la ogdóada.

Una cosa es descansar en el lecho (koite), y otra en el tálamo (koiton). Sin adoptar el alcance peyorativo de los Acta Thomae, la koite dista mucho del tecnicismo del koiton. Los niños que descansan en el lecho entrarán un día a la cámara nupcial, como hijos que son del tálamo, pero todavía ha de consumarse el número de los elegidos.

La «media noche» (cf. Lc 11,5) tampoco es el tiempo de la synteleia, día sin ocaso, sino el de la plegaria al Dios bueno, inaugurado por el Salvador, que se presenta de improviso como esposo a media noche.

El amo (= el Salvador) no quiere levantarse a media noche. Tal circunstancia alude a:

a) que el banquete definitivo del Hijo, Pan verdadero, tendrá lugar de día, luego que pase la noche (de la economía terrena, en la Iglesia de los espirituales), en vísperas de la consumación de Bodas;

b) que en el intervalo, los espirituales ya difuntos aguardan serenamente — en la región de la anapausis (intermedia) — a que se les sumen sus hermanos de la tierra, para con ellos comer de lleno en el banquete de bodas el Pan de vida.

No es difícil adivinar la exégesis valentiniana de los «tres panes» (Lc 11,5) requeridos por el importuno. Poco antes (en ET 82,1) habíase mencionado el pan «santificado con la virtud del nombre»; y sin salir de ET 86,2 hablábase del Nombre de Dios que lleva el creyente a modo de inscripción (epigraphe) y sello (sphragis). Más claro aún a propósito del sello y de la imagen: «Aquel a quien Cristo regenera es transferido a la vida, a la ogdóada. Y (los regenerados así) mueren al mundo, mientras viven para Dios… Porque, sellado (sphragisteis) por medio del Padre e Hijo y Espíritu Santo, hácese inabordable para todas las demás virtudes; y mediante los tres nombres se libra de toda la trinidad corruptora. El que (hasta la regeneración) llevaba la imagen del terreno, lleva (desde) entonces la imagen del celestial» (1 Cor 15,49). Para traducir la parábola, tanto valdría un pan marcado con los tres nombres — del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo — como «tres panes». «Es el pan sobreceleste, espiritual alimento de vida, que actúa por manducación (no material, sino) de gnosis, 'luz de los hombres' (espirituales), de la Iglesia».

A diferencia del pan (doctrinal) que nutría las creencias del AT, fundadas en la divinidad unipersonal de Yahvé, la nueva fe anunciada por el Salvador ofrece otro alimento: la doctrina del Padre, o Dios bueno, del Hijo y del Espíritu Santo — divinidad trinitaria, hasta la venida de Cristo ignorada del mundo, y sólo comunicable «a media noche» como nuevo maná — destinada a nutrir a todas las naciones. La fe de Israel, con base en la ignorancia del verdadero Dios, había nutrido malamente a los judíos en una existencia lánguida. Desde que vino Cristo, anunciando nuevo Dios (Padre), presentándose como Hijo suyo y prometiendo la efusión de nuevo Espíritu, todo cambió. Es el alimento definitivo, pan sellado con tres nombres; los «tres panes», característicos de la gnosis. Dios los destinaba a todas las naciones, como a «amigos», para nutrirlos con su propia vida (espiritual); pues «quienes comieron el (maná), pan celeste — la doctrina psíquica, de Yahvé —, murieron; mas el que come el pan verdadero (= los tres panes) del Espíritu — la doctrina espiritual del Evangelio — no morirá. El pan viviente, dado por el Padre, es el Hijo (con triple sello) para los que desean comer».

Nuevo perfil. ¿Quién es el amigo que se presentó sin cenar (Lc 11,6), y quién el que llamó a la puerta en busca de tres panes? (Lc 11,5). La expresión griega (philos), común a ambos, indica que los dos pertenecen a la Iglesia de los espirituales. El amigo hambriento representa a la Iglesia de las naciones. La samaritana tenía sed, y nadie se la pudo quitar hasta que vino el Salvador con el agua de vida. El amigo sin comer (Lc 11,6) tiene hambre, y no habrá quien se la quite fuera del Salvador, con el pan de vida. El simbolismo es exactamente paralelo. La samaritana y el amigo simbolizan la Iglesia de Dios, muerta de hambre y de sed, en ignorancia absoluta de la verdadera gnosis (resp. fe), que acude al Salvador para saciar su sed y hambre con el agua y pan vivos.

El amigo que llama a la puerta (Lc 11,5) recuerda al Bautista, Juan, «amigo del esposo»; a los protoctistos, «amigos del logos»; a los discípulos (resp. apóstoles) cualificados del Salvador. Es probable que los valentinianos descubrieran en él una alusión a San Pablo; o simplemente a todo aquel (individuo espiritual) que, por hijo y amigo del verdadero Dios, interceda entre el Salvador (resp. el Padre) y los espirituales aún no iluminados; sin excluir la identidad del «amigo» con el Espíritu Santo, Paráclito, que aboga por los espirituales. —